A veces se dice de España que es la piel de toro, por la forma de la península Ibérica. En el caso de política y salud democrática, hablamos de pies y no de piel.
España es un par de pies que sigue un camino u otro, en función de los calcetines que lleve puestos. En España sólo se llevan dos tipos de calcetines: los del PP, o los del PSOE. Desde las primeras elecciones democráticas de 1977, no se puede decir que estos calcetines se hayan lavado o renovado muchas veces. Los calcetines UCD se llevaban los primeros años de democracia, pero sus materiales y métodos de fabricación recibieron duras críticas por parte de la moderna oposición.
Los calcetines de España, por higiene, se revisan cada 4 años para comprobar su hedor y consistencia. Si los ciudadanos estiman que un par de calcetines rojo o azul apesta de forma insalubre, tienen la libertad de cambiar -mediante el voto- al otro par sucio. Este sistema asegura la buena ventilación en los cargos públicos y la satisfacción generalizada de saber que se están haciendo las cosas bien. A día de hoy, y tras casi 30 años de democracia, no hay calcetín que huela a Mimosín.
Los calcetines PP o PSOE tienen un código de color para determinar en qué pie deben llevarse. Los calcetines azules acoplan mejor en el pie derecho, y los calcetines rojos descoloridos van bien para el pie izquierdo. Todo esto es bastante teórico y en la práctica el calcetín entra como sea en los dos pies, de forma que siempre hay un pie satisfecho, y el otro crispado.
Entre cada una de las revisiones (de las que se realizan cada 4 años), hay muchos días en que se examinan los calcetines en el tendedero o Parlamento. Cada partido lleva al hemiciclo sus detallados informes sobre olor y agujeros. Cada agujero en un calcetín es duramente criticado por la oposición, y viceversa. Cuando un dedo sobresale con vergüenza y tercermundismo, el partido se afana a pintarlo (cabe decir que con mucho orgullo) del mismo color del calcetín, como solución definitiva. Es más fácil pintar un dedo de rojo que de azul, que parece un hematoma. Es por esto que a los dedos azules se les dice que están rancios y pasados, y de los dedos rojos se dice que están abandonados porque ni se molestan en pintarlos.
Si los pies de España pisan una caca (meten la pata o hacen una cagada, con perdón) puede que el país resbale y casi caiga. La oposición no se interesa por si el tobillo se ha torcido, sino que busca rápidamente el calcetín y exhibe los restos de caca.
Cuando llega el día de la revisión, los ciudadanos emiten su voto y entre ellos podemos distinguir varios grupos. Los hay que creen que, con sus caletines, los pies huelen bien, y todo lo contrario con el otro par de calcetines. Se distingue otra masa de patriotas constitucionales que sólo tienen en cuenta las sudoraciones más recientes y el impacto en el tejido, de forma que cambian de calcetines como de chaqueta (o como de calcetines ...). Los más jóvenes elegirán los calcetines con tubo (esto es argot de mercería) más brillante y adornado, sin reparar en la calidad del tejido; o en un alarde de criterio se elige el par de calcetines que tenga buena reputación entre sus amigos o familiares.
En la práctica, como se puede ver repasando la historia de España de los últimos 20 años, sólo están de moda estos dos tipos de calcetines. Yendo muchos más años atrás, esto en el siglo XIX se conocía como sistema canovista, y requería un proceso de tergiversación para colocar un color u otro. Pero estamos en democracia, y se llama democracia. Supone un gran ahorro en logística de pucherazo, porque nosotros ya nos encargamos de colocar a unos (o a los otros) para que cobren lo que quieran.
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